En el barrio bilbaíno de Rekalde, el gaztetxe Kukutza III se enfrenta a una orden de desalojo para construir viviendas. Hace trece años, varios jóvenes rehabilitaron por su cuenta este edificio industrial abandonado para convertirlo en un centro cultural autogestionado que hasta la fecha ha ofrecido multitud de conciertos, charlas, cursos, talleres, etc. Un ejemplo para la Alhóndiga y similares cuya programación sólo está demostrando un lamentable derroche y desperdicio de su presupuesto e infraestructura. Con muchísimo menos de lo que cuestan los macroconciertos, los sanmameses o los guggenheimes, se pueden y se deben hacer muchísimas más cosas, mejores y más participativas. Aquí había un ejemplo. Los organismos oficiales deberían reconocer el valor de iniciativas como la de Kukutza y dejar de mirar hacia otro lado.
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